jueves, 10 de julio de 2025

Dia 6/30

No sé si es la perspectiva o el descanso. Pero esta mañana me he despertado tranquilo. He dormido bien. Pienso en las vacaciones. En que esto empieza a parecer un juego mecánico: no hagas esto, no hagas lo otro, no escribas, no vayas a verla.

Un proceso.
No un desgarro.
No una lucha bonita.

Y veo que las probabilidades se nos ponen en contra. Todo depende de dos cosas:
que tú quieras volver de verdad  - y no confío -
y que yo quiera volver - y me da miedo decirlo
porque empiezo a pensar que no.
Un poco. Pero suficiente.

El día que lo tenga claro, ya está. No vamos a volver para repetir febrero. Para disculparme por la distancia que tú misma creaste y no quisiste sostener.

Me gustaría un gesto, una señal de que trabajas por tu lado. Algo que acorte este tiempo. Pero no confío.
Porque tú no ves estas cosas. No ves mi estado de ánimo. No empatizas. Si lo hicieras, no me habrías hecho esto. No eres tan cruel. 

Penúltimo día de oficina. Penúltimo día en Barcelona. Aún podríamos vernos en veinte minutos de coche. Pero no.

Tengo ganas de irme. Solo es aguantar un poco más. He tenido el impulso de escribirte, de preguntar si quieres hablar. Pero ya sabes dónde estoy. Ya te tendí la mano. Si no quieres hablar, prefieres el descanso. Sin reafirmación. Sin contacto. Yo ya te ofrecí dos veces. A ti también se te podría ocurrir. Si no lo haces, no piensas en mí. O no quieres.

Me freno para no reconocer que estoy dolido. Es como aceptar tus razones. Y ya me convenciste de que esta aproximación era la correcta.

Pero no lo es.

Aunque tengas tus razones, no quita lo doloroso, lo egoísta. Ni tu responsabilidad en quizá haber matado la pareja. Ahora aprendo a hacer mi vida sin ti. Lo decidiste tú. No yo.

Cada vez siento más que nos alejamos. Que ya no somos uno. Que caminamos separados. Dijiste que éramos “algo”. Pero ¿qué pareja hace esto? ¿Qué pareja prohibe hablar, verse, comunicarse durante dos meses? Quizá todo este tiempo fue una ruptura. Un disfraz para no decirlo.

Recuerdo: la decisión es tuya. Si notas la distancia y la dejas crecer, es que eso quieres. Y si es así, yo tampoco quiero volver. El único problema sería que tú no lo notes, pero decirlo sería presión. Consecuencias de prohibirnos hablar, parte dos.

Cada vez que acepto respetar tu espacio, lo hago a costa de lo que yo necesito. Me consuelo pensando que esto no se hace en pareja. O al menos no en la pareja en la que quiero estar. Porque si no, sería asumir que estoy renunciando a mí.

A veces pienso que llevas tiempo queriendo irte. Que quieres vivir a tu aire. O con alguien sin maletas. Que este espacio es tu forma de desengancharte. Que sería normal. Lo cruel es llamarlo amor.

Hoy te he visto donde no tenías que estar, después de dos meses ¿Mensaje? Si quieres contacto, que lo haya. Si es para que yo te busque, no. Si esto era un mensaje, no cuenta. Es demasiado poco. Demasiado confuso. Y si es para que lo haga yo después de que me pidieras espacio, tampoco cuenta.

Y mientras, pienso en preparar el coche para el viaje. Silencio. No me acordaba de ti. Me acostumbro a vivir sin ti, cuando antes eras el centro de todo. 

En casa ya. Otra prueba superada en este minijuego de romper el vínculo. 

Pensamiento suelto: ya está bien, ¿no? Ya me has castigado bastante.

Pensamiento suelto: quizá tenías razón. Soltarnos y ver si queremos encontrarnos después.

Sigo aplicando lo que me enseñaste. Entender. Validar. Acompañar.

Quizá creo que sin ti no volveré a tener recuerdos bonitos porque los tuyos están cerca, y los de otros muy lejos.

Cada vez más, ya no es tu nombre. Es “la ex”. La chica que sabes que no va a funcionar.

No lo llevo bien.

Y me muevo del “contáctala para hacer las cosas de forma distinta” al “contáctala para decirle que no quiero esto y ya está”.

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