No era “Te voy a esperar”. Eso ya lo sabes.
Tampoco “Hazte mía”, aunque podría haber sido,
como tantas otras que ahora
me suenan a nosotros.
La canción perfecta era esa que habría puesto igual,
aunque no estuvieras,
aunque no fuera viernes,
aunque ya no supiera
si me sigues escuchando.
II. Enfado
Anoche me enfadé contigo. Por dejarme solo con los problemas, con el cansancio, con la angustia de no estar haciéndolo bien.
Anoche me enfadé contigo. Por dejarme solo con los problemas, con el cansancio, con la angustia de no estar haciéndolo bien.
Y luego me enfadé conmigo, por no estar contigo, por dejarte sola. Por seguir queriéndote aunque estés mejor sin mí.
IV. El mérito
Todo lo que haces, por mucho que duela, creo que lo haces por cuidarte y cuidarnos. Y por eso, todavía,
te sostengo en alto.
Creo en ti, confío en ti, aunque quizás el mérito sea irte.
V. Lo que no puedo decirte
Te quería decir
que te quiero.
Que lo siento.
Que quizás debería haber sido más blando,
más cariñoso,
menos herido.
Pero no quiero romper tu descanso.
Así que lo dejo en una canción.
Y que ella, como un baile, hable por mí.
Lo siento (otra vez)
VI. La primera bajada
Hoy casi lloro.
Y eso, curiosamente,
es una victoria.
En otras despedidas,
me rompía desde el primer minuto.
Hoy, la tristeza es más lenta.
No sé si es esperanza,
o costumbre.
No sé si eso me alivia
o me asusta.
VII. Fin del día 2
Día 2.
Sigo aquí.
Con las ganas de decirte
que lo estoy peleando.
Y el compromiso firme
de dejarte descansar.
Es el único camino y
te dije que no me iba a rendir.
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