Vaya trampa perfecta: Para recuperarnos, había que hacerlo bien. Hacerlo bien era no hablar, no pensar, no conectar, no recordar. Y todo eso lleva, inevitable, a perderse. Así que para recuperarnos, teníamos que perdernos.Y cuando te pierdes, ya no hay nada que recuperar.
Redondo.
En cierto modo, te agradezco esos meses. Meses de mirarme con enfado, con decepción. De transmitirme que no te bastaba, que no confiabas en mí, que no veías trabajo ni mejora, que no querías ser pareja.
Porque no sé cómo estaría superando esto si en vez de esa persona de labios rectos y mirada lejana, tuviera fresca en mi memoria la que me hablaba con cariño y orgullo. Y eso sin contar la precuela: semanas enteras de silencio. Gracias… supongo.
Ahora ya son más los ratos en que no pienso en ti que los que sí, o los que tengo que luchar por no hacerlo.
Progresamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Di "amigo" y entra