Vendrás al festival por tres razones: práctica —el dinero—, orgullo —no renunciar a un plan— y ese “yolo” tuyo. Nunca renuncias a estas cosas. Me pregunto donde queda la salud emocional que te justificó todo. Igual que no dejar nuestras cosas por toda la habitación, o seguir escuchando la lista, o venir a la oficina mi último día que podíamos coincidir. Sin relación, claro.
Cómo no iba a dolerte la relación, si le cortaste los tobillos. Cómo iba a dejarte descansar, si en junio le quitaste la confianza, la seguridad, los planes de futuro. Este mes le has quitado cualquier contacto, cariño o reafirmación. Ayer dices que no te deja descansar. Destrozas una relación, nos metes en una pseudoruptura y nos sorprendemos de que duela. Sigh.
No quiero hacer planes por si reaparece. No se hacen planes pensando en una ex. La doy por perdida. Su comportamiento es un factor externo, una fuerza de la naturaleza. Yo sigo mi camino. Ella hará lo que tenga que hacer.
La ruptura se precipitó cuando la borré de sitios. Pero ella ya había decidido no contestar a mi petición de reafirmación, y se quedó tranquila con ello. Si no lo llego a hacer, me hubiera mantenido allí para nada, sufriendo y esperando, y en el festival todo igual. Necesitaba un corte. Ella no iba a dejarme entonces; su plan era seguir en ese limbo que ya conocíamos. Limbo hasta septiembre, y luego quién sabe. Meses sin ser nada, sin seguridad ni confirmación.
Ella ya no era ella. Estaba cansada, ansiosa, desconfiada. Incluso en los días buenos, cualquier cosa podía doler. Y llegó esa versión agotada, casi tóxica, que se sentaba sobre mí a hacerme mimos mientras revisaba su trabajo, sabiendo que en cuanto terminara me pediría un tiempo. Yo quise ayudarla. No pudo o no me dejó. Y ya está.
Me apena. Ojalá hubiera aceptado mi ayuda. Pero si quiere gestionarlo así, yo no puedo estar. Hay otras personas que sí me necesitan. Y yo también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Di "amigo" y entra