martes, 8 de noviembre de 2011

El juicio.

Otro aspecto más en mi maduración particular.

Hace un tiempo juzgaba rápido y ejecutaba igual de rápido. Si mi cabeza lo tenía claro, no tardaba nada en emitir un veredicto sobre una persona, y tratarla como tal a partir de entonces. Aunque sus crímenes - hablo de aquellos que se cometen entre amigos con 18 años- no fueran conmigo, pensaba "bueno, pero aunque no me lo hagan a mí, no deja de ser ese tipo de persona con el cual yo no quiero tener nada que ver". Y así anduvía.

Las cosas cambian. Llega el punto que si sigues juzgando y desechando personas, te das cuenta de que te quedas sin nadie. Principio básico: "detesto a quien engaña a su pareja". Qué te encuentras: que casi todo el mundo lo considera parte del vivir. Conclusión: a este paso me quedo solo. Conclusión: cada uno vive como cree que debe vivir. Habrá que respetarlo.

Esa era la primera parte. Ahora bien, sigo juzgando. ¿Es sorprendente? Es obvio. Tengo mis principios, tengo mis ideas, y comparo los actos y las personas con ellas, y en base a esa referencia las sitúo donde creo que las debo poner. Eso no me lo va a negar nadie nunca. Me fastidia que me digan "no puedes opinar porque no va conmigo". ¿Cómo que no puedo opinar? Interferir, no voy a interferir si no va conmigo, pero claro que puedo opinar. Y puedo pensar, y puedo juzgar en base a lo que conozco. No son ideas talladas en piedra, tener la mente abierta es fundamental, pero ahí están.

Lo que pasa es que tiendo con frecuencia a esconder mis juicios. Si una crítica va a traer problemas, la libero. Si sienta mal o no es admitida, la segunda vez callaré. Sólo critico si creo que puedo ayudar a mejorar a la otra persona; sólo me quejo si la situación no es justa. Pero habiéndome dado cuenta de que es tan rara la gente que sabe digerir una crítica, hablar sin acusar de mentiras e intentar aprender de la otra persona, tiendo a callarme y a pensar. Mis juicios para mí, como queríais, pero el distanciamiento sigue ahí. Y sin aviso...

Creo que los tiros van por intentar enderezar a alguien. No es pecar de soberbia, es ayudar, de la misma forma que me gustaría que me ayudasen a mí con mis defectos. Necesitamos ojos desde fuera. Pero te peleas, te peleas, y lo único que consigues son frases del estilo de "ya, claro, a ti lo que te pasa es que..."

A la mierda, digo. Cada palo aguante su vela.

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