domingo, 29 de mayo de 2011

Realidades distorsionadas (version alternativa)

Había una vez...

Una princesa que vivía en un reino mágico A tomar por saco, hombre ya. Ejem

Una estudiante de cualquier carrera, que vivía en una ciudad cualquiera.  Como cualquier mujer que no parezca escapada de Mordor y con un par de dedos de picardía, tenía muchos pretendientes. Había algunos que sólo querían hacer aquello que afortunadamente la mayor parte del tiempo no se convierte en procreación (es que si digo la palabra exacta, luego google empieza a traerme cosas extrañas), otros que solo querían invitarla a unas fantas mientras disfrutaban de sus dotes intelectuales y unos pocos que se conformaban con ambas cosas. De entre ellos, el que nos interesa porque al final será elegido, había uno que pensaba que si ella era princesa, él era un batracio. Pero eso es bueno. Contaba con el factor sorpresa. La transformación en príncipe y todo eso.

La mareó y la confundió mientras era mareado y confundido al mismo tiempo. Ella, como hemos comentado ya, era inteligente, lo cual hubiera desalentado a muchos candidatos. Pero hete aquí que nuestro héroe sapo tampoco se había caído de un árbol. Había leído mucho y conocido a varias mujeres despiertas, con lo cual sabía donde hacer brecha. La táctica de seducción estaba clara, le dijo "te voy a seducir". Y lo hizo.

Como todas las historias, aquí también avanzábamos lentamente hacia la parte peligrosa. Llegó ese momento en el que uno se da cuenta de que las malditas drogas hormonales los sentimientos están empezando a hacer efecto, y ya no tiene tanto sentido seguir jugando. Problema: un abandono repentino de la actitud "dura" por otra más sensiblera podría acarrear una catástrofe. Pero, ay, la noche seguía debilitando los corazones, y nuestro héroe cayó y confesó. Ella le sonrió. Y entonces él se supo jodido. Tampoco sería esta vez.

Al cabo de un tiempo, ella por fin se da cuenta de que por mucho que cierre la mano, no coge más que aire. Resulta su magnetismo no basta para retener al chico, que se da cuenta de lo cómodo que estaba en la charquita. Ella intenta reorganizar las prioridades y hacerle ver que oye, que sí que le importa. Pero es tarde. Saltito a saltito se había deshecho el camino.

4 comentarios:

  1. Si es que las princesas al final siempre fallan. Es mejor que el sapo se busque una ranita que le quiera :)

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  2. Te voy a robar la frase ^^ gracias Indy!

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  3. Odio las hormonas y la madre que las parió. Y me gusta lo de "hete aquí".

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  4. Recuérdame que te busque un cuento con final feliz...

    Los hay. De verdad.

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Di "amigo" y entra