miércoles, 1 de septiembre de 2010

Una historia de caballeros: Lancelot del Lago.

Según cuenta el roman medieval de Chrétien de Troyes, también autor de Perceval, la reina Ginebra había sido secuestrada, como es propio de romances de caballerías y videojuegos. Mientras un anciano y confuso Arturo intenta poner en marcha un plan de rescate, un misterioso caballero sale a toda carrera tras los raptores. Se trata de Lancelot, enamorado de Ginebra, tan desesperado por recuperarla que su caballo revienta en la persecución.


En esas estamos cuando aparece un enano conduciendo una carreta. En los romances los enanos y sus primos los jorobados son una especie de sindicato de cabrones: sólo aparecen para hacer todo el mal posible. Lancelot le ruega que lo lleve consigo para continuar la persecución y el enano accede, a condición de que monte en la parte posterior de la carreta. ¿Y qué tiene esto de malo? Pues que en el mundo celta la carreta era dónde se exponía a los criminales para escarnio público. Que un caballero se preste a ello conlleva inmediatamente su humillación y pérdida de honor.


Debido a esta muestra de amor y devoción, Lancelot va a recibir un torrente de desplantes e insultos contínuos que soporta con caballeresca paciencia. Hasta que en un banquete un caballero insolente termina por hacerle saltar las tuercas. Sigue un duelo a espada que Lancelot gana con facilidad. El insolente vencido pide clemencia; lo habitual en estos casos es perdonarle la vida bajo juramento de que nunca volverá a luchar contra uno y que irá a ver a su amada para contar cómo fue vencido. Pero Lancelot tiene otros planes:

Perdonadme la vida señor y haré cuánto queráis.
¿Haréis cuánto sea por conservar la vida?
Sí señor, cuánto os plazca.
Pues no te pido más que te subas a la carreta.


Gran lección la que nos da Lancelot: si no tienes pelotas para humillarte cuando es necesario, otro se encargará de humillarte a tí. Por supuesto el insolente no tiene redaños (prefiero morir antes) y Lancelot, que es bueno pero no tonto, lo decapita. De repente nadie recuerda ya más el incidente de la carreta y todo queda solucionado, pero surge un problema: con el insolente muerto ¿Quién hablará a Ginebra de su victoria? Así que Lancelot decide colgar su cabeza de la silla de montar para recordar contarle la anécdota en cuanto la haya rescatado.


Ahora imaginaros a Richard Gere haciendo todo eso. Ese es el motivo por el que me da la risa tonta cada vez que me hablan de ‘amor caballeresco’ aplicado a cartas de amor.



Texto fusilado sin reparos de aquí. Es un artículo llamado "Los 5 'yippy-ka-yey, motherfucker' de la historia de la literatura." y los otros cuatro son igual de entretenidos que el arriba mostrado. He elegido éste porque tal como lo leía me he imaginado a Lanzarote lanzado a espuelas, y no hay otra cosa que me guste más que una buena historia de caballería (y si encima es del ciclo Artúrico, ya ni os cuento =P).

1 comentario:

  1. ¿Has leído "Las Brumas de Avalón"?

    Si lo has leído, ¿te gustó?

    Si no, léelo :P

    F. ;)

    ResponderEliminar

Di "amigo" y entra