lunes, 20 de septiembre de 2010

Sobre lo que nos ocupa.

No sé por qué, pero al hablar de estos temas siempre me sale usar metáforas. Una de dos, o me sobra imaginación, o me falta calidad a la hora de escribir. Ambas. Es como la etapa en la que para expresar tus sentimientos llenas los párrafos de tres puntos y seguido. Pues yo estoy en la de las metáforas. Lo siento por los que lo sufrís.

Sobre el tema que me tiene masacrado ahora mismo se me ocurren tres, aunque prometo que no hace falta ser demasiado lumbreras para interpretarlas, ni tener el sentido poético demasiado desarrollado. Así que, a voz de pronto:

-Si soplas sobre un montón de brasas, es posible que durante un momento brillen y te calienten, salten chispas y, en resumen, parezca un fuego normal. Por desgracia, dejas de soplar, y los rescoldos siguen siendo eso, rescoldos. ¿Qué haces, te compras un fuelle o lo dejas morir en paz? ¿Serviría comprarse un fuelle? ¿No es mejor un fuego que arda solito?

-Puede asimilarse a no poder distinguir entre caminar al filo del borde o en tierra firme sentirse caer.

-También se puede decir que la sensación de alivio al superar una montaña enorme, o al levantarse tras tropezar con una piedra considerable, se desvanece bastante rápido con la visión subsiguiente de la cordillera o del camino empedrado que queda por delante. Entonces sobreviene la sensación de "yo paso". "Paso" de "pasar". "Pasar"... de "andar". O de "abandonar".

Yo que sé.

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