A veces escribe textos como quien
garabatea monigotes en una servilleta, y los abandona después. El
cenicero humea en un rincón mientras el chico sonríe en el papel.
Termina el estribillo de la canción que suena de fondo, dentro de
ti hay un secreto, pues tiene gracia, piensa, mientras sigue
dibujando. La figura coge forma, nada como los secretos para tomar
sustancia.
(II)
Contigo vuelvo a ser feliz. Pues
la llevas claro, chato. La felicidad es un bien tan preciado que
cuando no viene de nosotros mismos debemos estar contrayendo una
deuda. Y, como en la vida real, cuanto peor la gestiones, más te
tocará pagar luego. No se puede ser feliz por encima de las
posibilidades de uno.
(III)
A veces me sorprendo que no nos
maravillemos cuando escuchamos el latido de otra persona. La prueba
inequívoca de estar vivo, el reloj que compartimos todos y que
inició su tick tack cuando empezamos a existir. Claro, que tampoco
nos maravillamos ante tantas otras cosas... Puede que efectivamente
no sepamos valorar lo importante.
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Nota: Incluso los textos más libres que escribo aquí, esos que llevan hora en vez de un título, llevan cierta dedicación detrás. Un mínimo de corrección, o al menos ponerme a escribir con cierta inspiración. En el último viaje de tren que hice quise hacer una prueba. Ponerme a escribir sin tener el impulso, largando todo del tirón, y sin editar nada. Le he colado alguno a dos de las lectoras más veteranas del blog, así que considero que al menos pasan el listón para poder ser publicados :P ¿Les habéis notado algo?
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