Con frecuencia queremos retorcer la interpretación de nuestras acciones para hacerlas encajar en un molde que consideremos aceptable para nosotros - para los demás, para el mundo. "Si he hecho esto, pero ha sido con esta motivación, entonces puedo decir que soy una persona con una moral de este estilo".
Pero yo creo que eso no tiene sentido. El "cabrón", el "legal", el "sincero", el "pícaro". Es absurdo querer encajarnos solo con el fin de que sea más fácil definirnos. Aprovechar luego ese molde que supuestamente tenemos para poder tomar las siguientes decisiones, refugiándonos en el "soy así", y cerrando el ciclo.
Creo que lo que nos configura y nos define es cada acción por separado, una a una, y el tapiz que forman es nuestro sistema moral, nuestra personalidad. Es más arduo enfocarlo así, pues requiere una nueva evaluación para cada nueva acción, con el riesgo adicional de equivocación y arrepentimiento que supone el fallar. A cambio obtienes más libertad de pensamiento y de acción, pues te permite librarte de ese lastre de la "forma de ser".
Dos frases: decía Asimov en el libro "La Fundación" que "el sentido de la moral no debe impedirte lo que está bien". Y, ayer, en la tercera entrega de El Caballero Oscuro, el comisario de Gotham le explicaba a cierto policía que "al final, las normas rígidas son ataduras que permiten a los malos salirse con la suya."
Referencias aparte, creo que cada uno tiene que definir sus límites de lo que debe hacer y lo que no, y a partir de ahí explotarlos como quiera. Definida la brújula moral, asegurándonos de que no nos perderemos en el proceso, explorar las posibilidades y disfrutar.
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