Cuando estoy tocado vengo al blog. A veces lo abro y lo cierro, sin escribir nada, no llego a dar forma a la frustración que me ha traído. Otras escribo dos líneas, borro. O escribo más, y guardo. O soy capaz de cristalizar toda esa bola negativa en una entrada que decido dejar aquí.
A veces me imagino mis cansancios, decepciones, desesperaciones y hastíos materializándose en forma de pequeñas figuritas que puedo alinear como si de un ejército en miniatura se tratase. Mi batallón personal de desengaños, cada uno con nombre y fecha, listos para expulsar a cualquier monstruo de inocencia que se atreva a acercarse. Pero como todos los seres imaginarios, son amorfos, y tan pronto parecen atenuarse hasta la invisibilidad, como se unen todos juntos en una gran masa de rabia. Suerte que se rompe tras el primer impacto.
A veces mueren rápido. O se esconden con el olvido. El problema es que cada vez que llega uno nuevo, todos los demás reaparecen. Y aquí estoy, batallando, día tras día. Suerte que año nuevo, reglas nuevas. Las cosas deben cambiar.
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