Primero uno se calla siempre, por miedo o vergüenza, por falta de coraje aún ante las peleas más absurdas.
Después, uno se fuerza a combatir y hablar, a pelear todas, a no ser un cobarde. A expulsar ese sentimiento afuera una y otra vez.
Finalmente, uno aprende a contenerse, a pelear solo en las batallas que valen la pena. A dar un paso adelante cuando es necesario, aunque la idea le provoque rechazo, y a dar un paso al lado cuando no va a ganar nada.
Poco a poco.
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