Creo que en las relaciones hay una terna de sentimientos muy relacionados: miedo, tristeza y rabia. Los últimos pueden confundirse entre sí, y el primero puede dar lugar a uno u otro, a veces dependiendo de nosotros aquello en que se transformará.
La tristeza es la proyección del miedo hacia dentro y la rabia es la expulsión hacia fuera. Cada uno tiene sus ventajas e inconvenientes, pero una vez que tienes miedo no queda otra que elegir en qué convertirlo. O eso o el miedo elige por ti.
Con la tristeza uno vuelve hacia sí mismo aquello que le produce temor. Se recluye y espera aquello que ha de venir, temiendo de forma pasiva. Yo lo encuentro algo más nocivo, en tanto que no sale de tu sistema y puede destruirte poco a poco, haciéndote pequeñito. A cambio mantienes la conciencia tranquila y solo tienes una persona de la que preocuparte: tú.
La rabia es enfocarlo hacia la otra persona. Libera cualquier exceso de energía, a base de afilar el miedo y lanzarlo fuera de nosotros, muchas veces queriendo eliminar aquello que nos ha producido miedo, corregirlo, embotarlo. La rabia te protege, pero produce soledad impuesta, pues alejas tarde o temprano a aquella persona que tengas al lado.
Pero es así, es malo o malo, pues del miedo no puede salir nada positivo. La solución sería no tenerlo, pero hay veces que es inevitable. Como una enfermedad, puedes contraerlo o que te lo transmitan y eso normalmente ya no tiene vuelta de hoja. Suele ser tan fácil de curar como querer eliminar un constipado durmiendo con la ventana abierta. Quizás con la primavera.
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