sábado, 14 de enero de 2012

2:30

Me gustan las personas que tienen una psique sorprendente. No importa si es por haber sido consentidas o malcriadas, si todo tiene buen origen o si es un nido de tormentas. A estas alturas o en esta situación lo que más valoro es sorprenderme. Me divierten en menor manera las personas que no tienen estilo. Enfádate, insúltame si quieres o intenta manipular, pero hazlo bien. Llevo mejor las que se esconden, las que creen que no las veo o no las entiendo. Me hace gracia hacer como que no comprendo mientras corretean de un lado a otro. Llevo bien el control de ira. Uno se da cuenta de que la mayor parte de discusiones se disuelven solas si las ignoras. Y otro efecto sorprendente: resulta que si no las provoco, hay quien aún las busca sin disimulo.

Pero lo más entretenido de todo es el tema recurrente de este blog: la sinceridad. Mientras que durante años he creído que lo que mejor funcionaba era jugar al gato y ratón, sin mentir pero sin descubrirse, ahora creo que una verdad desnuda en el momento correcto hace brecha mejor que la indiferencia o el escondite mejor planificados. Sobre todo con personas que están acostumbradas a los requiebros. Les fascina ver una verdad ahí plantada y, quieras que no, que miren una mano te permite hacer lo que quieras con la otra. Qué mal está decir esto. O no.

Creo que hemos vuelto al standby. Decía un libro hace poco que a veces para poder mover el mundo tienes que bajarte de él durante un tiempo. Bueno, suena bastante bien...

2 comentarios:

  1. Todos somos al mismo tiempo títeres y titiriteros...sólo que algunos son(somos) mejores que otros

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  2. Tout à fait d'accord :)

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