Hay que fluir, sí, pero no como "fluye" un piedra ladera abajo, sin cuidado, simple y destructiva. O como "fluye" un yoyó en el aire, arriba y abajo, cada rato en una dirección diferente.
Fluir como el mecanismo de un reloj: todo encaja y se mueve fácilmente, porque se ha construido con cuidado, se mantiene con mimo, se engrasa cuando se atasca y se arregla cuando se estropea.
Ha de ser sencillo, pero no simple. No puede serlo, somos demasiado complejos. Pero podemos hacerlo sencillo. Sencillo y bonito. Y entonces sí, que fluya.
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