Para que tú me oigas, mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas. Vuelan hacia ti, como yo no puedo hacer. Intentan reemplazar mis manos, acariciando tu oído; mi voz queriendo tranquilizarte, calmando tus demonios. Si tan solo pudiera alcanzarte. Que no tuvieras frío, que no te asustara la soledad de tu piso, que no tuvieras que dejar la radio encendida para mantener a raya el silencio.
Pero amanece, la radio se ha apagado y solo tus pasos resuenan en la casa. Metro, autobús, universidad. Otoño sigue retirándose de la ciudad y el invierno conquista paso a paso las calles. Aceleras el paso para calentarte los pies y consigues llegar al local donde esperan todos tus nuevos amigos. Está ese chico que tanto caso te ha hecho últimamente. Quizá hasta sea buen chico piensas mientras dejas que te invite a algo.
El tiempo pasa, las nevadas reinan en la ciudad y cada vez las noches son más largas. El calendario se hace eterno y hace demasiado frío. Unos labios, y otros y otros que dan calor, las palabras que se oxidan en el cajón. Continuas tu vida, dejándote morir lentamentente, mientras esperas que la nueva primavera pueda curar.
Y yo...
"Tengo tanto miedo de que olvides.."
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