sábado, 23 de abril de 2011

23:22

Estaba viendo Karate Kid, el remake que hicieron el año pasado, con el hijo de Will Smith y todo eso. Supongo que habréis oido hablar de la escena de la chaqueta (dar cera en el original). Si no, os lo resumo: cuando el chaval llega super motivado a aprender Kung Fu, lo primero que le hace hacer su maestro es algo aparentemente muy chorra: hay una especie de perchero hecho con ramas, y lo que tiene que hacer el chico es quitarse la chaqueta, colgarla, descolgarla, tirarla al suelo, recogerla del suelo, ponerse la chaqueta. Quitarse la chaqueta, colgarla, descolgarla, tirarla al suelo. Recogerla del suelo, ponerse la chaqueta. Etc. Con estos movimientos tan sencillos, a base de repeticiones, se pretende mecanizar la defensa personal, que el cuerpo aprenda los reflejos necesarios.

La escena tenía algo. Pensando, me he preguntado si se podría aplicar ese procedimiento a otras cosas. A las relaciones, por ejemplo. Dejar algo, ser libre, encontrar a alguien, que te guste. Comprometerte. Dejar algo, ser libre, encontrar a alguien, que te guste. Comprometerte.  Como un ciclo constante. Automatizando los sentimientos a base de repeticiones, quizás cada vez lo hiciéramos mejor.

Chirría. Lo sé y lo hago yo últimamente también. Creo que por eso esta escena, ver esos movimientos y la idea de poder hacer que todo fluya un poco y salga bien a base de repetirlo una y otra vez, me ha calmado un poco la inquietud que tengo hoy.



Por cierto, la película es larga, un poco lenta, pero no está mal. La verdad es que el dúo Jade Smith y Jackie Chan (que nunca había hecho un papel de interpretar tanto, sólo lo hizo como favor a su amigo Will Smith) es agradable de verse.

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