Lunes, 7:40. Se despierta y ya hay dos diferencias con respecto al resto de lunes. La primera es que se despierta rápido, sin remolonear como el resto del lunes ni maldecir al mundo. Hoy no quiere perder tiempo. La segunda es que, al rodar hasta el borde de la cama, chafa de paso el bulto que tiene al lado de paso, un bulto que no está acostumbrado a tener ahí. Aayyy
Sin despertarse del todo ya está desayunando. Se viste, coge todo y pasa por el baño, donde sacude sin mucho éxito los rizos que ya empiezan a formarse, intentando peinarse. Desiste: desodorante y un poco de colonia. Ya estamos listos. Así que vuelve al cuarto.
Entra y se agacha en el borde de la cama. Me voy. Nunca sabe si seguirá dormida o si llegará a despertarse del todo. Pero siempre, incluso en las mañanas glaciales, ella consigue separarse del calor de las mantas y la almohada para sonreírle y buscarle un beso. Y, entonces sí, él consume en parar ese momento todos los minutos que ha ahorrado desde que se ha despertado. Con calma y despacio la saborea un poquito antes de volver a acelerarse y volver al mundo real, camino del metro de las 8:07
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Di "amigo" y entra