lunes, 4 de junio de 2012

Electrocardiograma (II)

Este texto lo escribí y publiqué hace un tiempo. Este curso hubo un concurso de relato corto en mi facultad, y decidí ampliarlo y presentarlo. No hubo premio por falta de participantes, así que lo libero ahora.

Electrocardiograma


Había algo que siempre me llamaba la atención cuando estaba en su cuarto. En el típico corcho de pared, entre mapas, postales y fotos, había colgada una hoja de papel con el resultado de un electrocardiograma. No es que ella tuviera problemas de corazón o, al menos, no físicamente hablando. La hoja provenía de una práctica de segundo de carrera en la que se diseñaba un circuito capaz de realizar electrocardiogramas. Era una práctica complicada pero la recompensa era que, si tu circuíto funcionaba bien, podías hacerte un ECG a ti mismo e imprimirte el resultado. Ella, como era de esperar, lo consiguió. 
 
Me gustaba mirar esa hoja cuando estaba en su cuarto, esperando a que ella se cambiara o terminase alguna tarea de la universidad. Era como una foto de su pulso, un diagrama de como funcionaba su corazón. Algo me decía que con el adecuado estudio, memorizando cada curva, cada subida y bajada, cada pico, conseguiría comprender su motor vital y por tanto comprenderla a ella. A ella le hacía gracia mi teoría así que me dejaba escucharlo de vez en cuando. Sentía el tick-tack uniforme. A veces más rápido, a veces más lento, pero sin desviarse nunca. Estaba todo controlado.

Pasaron los meses. Llegó septiembre y tocaba decirse adiós, partíamos hacia destinos distintos. Nos despedimos en el portal de su casa, como si fuera una vez más, como si no pasara nada. Aunque nunca habíamos sido de abrazos, me permití estrecharla, una pequeña concesión. Y por última vez ahí estaba su cadencia. Las curvas, las subidas y las bajadas, los picos. Pero de pronto, justo antes de soltarse de mí, se saltó un latido. Una pequeña arritmia, una nota discordante, sin sentido y llena de sentido. Me separé, me devolvió la mirada. Creo que era la primera vez que le veía una sonrisa triste. Y así, en el último momento que pasamos juntos, la comprendí. Aunque ya se fuera, aunque ya no sirviera.

1 comentario:

  1. Sí ya me pareció precioso en su momento, recordarlo de nuevo es aún mejor.
    Seguro que si hubiese habido participantes suficientes para llevar a cabo el concurso les hubieses abatido a todos.
    Maravilloso!!! :)

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Di "amigo" y entra