Desde luego, si hay un límite a partir del cual se te permite estar enfadada con el mundo, tú lo pasaste hace mucho y de lejos. Por eso a pesar de todo no te guardo rencor, como me gustaría que no me lo guardaras tú a mí. Creo que no fuíste justa conmigo: en ningún momento quise hacerte daño a propósito. Me limité a defenderme de tus zarpazos y puse tierra de por medio cuando vi que ya no había nada que hacer. Pero no te guardo rencor, repito. Entiendo tu forma de ser, entiendo tus razones, y aunque eso no justifica la falta de control, te entiendo a ti. Y no sé si seré yo, o si le pasa a todo el mundo, pero no puedo entender a alguien, empatizar, y no quererle. Así que te quise, creo. Ya ves.
Supongo que por eso lo sigo recordando con cariño y algo de pena. Un poco de rabia también, pero con el tiempo se diluye y por suerte queda lo bueno. Es la vida, ¿no? Hay cosas que hagas lo que hagas no vas a ser capaz de retener.
De los malentendidos, solo puedo decir que sé que una parte de ti quería lo mismo de mí que la parte de mí quería de ti. No en vano éramos tan parecidos, tan síncronos; incluso en los enfados íbamos a contrafase. Pero mi otra mitad decía "lo importante es no pasarlo mal", y la tuya decía "o conmigo o contra mí". Quise estar, pero a mí forma de gris. Y me parece que no te era suficiente.
Hay un libro, no sé si te lo mencioné. El resumen me previno de leerlo, pero el título se me quedó. Se llamaba "todo lo que podríamos haber sido tú y yo... si no fuéramos tú y yo". Al final fuímos una nota al pie. Fotos, alcohol y recuerdos de un otoño. Supongo que eso era lo que tocaba ser.
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