lunes, 23 de agosto de 2010

Letanía.

Lo nota brotar y extenderse de dentro a fuera. El corazón, la garganta, el pecho, los brazos. Arden y se retuercen hasta las yemas de los dedos. Es una variedad virulenta del virus del miedo, distinta, que exige un temple especial. Difícil. Sin embargo, al igual que con el resto de cepas de esta enfermedad, la mejor forma de afrontarlo consiste en hacerse consciente de su presencia. Respirar, ver como se extiende y después dejar que se extinga.

Hay un pasaje, uno de los más famosos del libro Dune que trata exactamente sobre esto. Es la Letanía contra el Miedo de la Hermandad Bene-Gesserit:

No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo.

Sólo estoy yo.

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