(Texto completamente fusilado de el Sentido de la Vida)
En ocasiones me han tachado, especialmente algunas mujeres que he encontrado en mi camino, de poco empático o emocional. Exploremos el concepto.
Sí, es cierto. Soy poco emocional. Tengo un elevado control sobre mis emociones. Después de todo, soy un hombre. No sólo esto, sino que además soy producto de la sociedad en la que vivo. ¿Usted ha visto alguna vez a un hombre, en un anuncio de coches o de colonias, echarse a llorar antes del segundo 45? Yo no. ¿Ha visto usted a algún hombre emocionarse en algún anuncio de la tele? Será que no caigo ahora, oiga.
Pocos hombres veo por la calle perder los papeles y patalear o tirarse de las coletas, con lo cual, de entrada, cuento con pocos modelos o ejemplos.
Entiendo que las emociones son parte de la vida, una parte muy importante. Entiendo que la vida es más plena si se incorpora y se aprende a disfrutar del plano emocional. He leído el libro del caballero de la armadura oxidada y entiendo la metáfora. Me hago cargo del asunto y, en la medida de lo posible, aprendo cada día a sentir más y a disfrutar mis emociones. En ese sentido, doy las gracias a aquellas mujeres que me han señalado mi ausencia de disponibilidad emocional.
Por otro lado, lamento las circunstancias en las que suelen tener lugar esos apuntes. Cuando me dicen "¡Jo, qué poco empático que eres!", lo que realmente oigo es "Qué lástima que no reacciones emocionalmente; ¡con lo bien que te manipularía!". Habrá lectoras que piensen que ya estoy exagerando otra vez, pero cuando lo siguiente que uno oye es algo del calibre de "A estas alturas deberías estar llamando al timbre de mi casa con un ramo de flores", uno no puede dejar de preguntarse "¡¿Qué qué?!".
La putada es que para ser una princesa hace falta un caballero, y a algunos nos empieza a rechinar el viejo cuento. Somos incapaces de entender que, para casarnos, nos tengamos que arrodillar ante una mujer, bajar la cabeza y ofrendar un símbolo que representa varios meses de sueldo. Dicen que de eso va el juego. Pues bien, el que lo entienda que lo juegue. Yo prefiero cambiar las reglas por otras más razonables. Pero eso es otra historia.
La empatía es un concepto interesante. Mientras que prefiero términos como "conexión", "sintonía" o "rapport", parece que la gente entiende la empatía como la "capacidad de sentirse igual de mal que el emisor de un mensaje", generalmente "como una mierda". La empatía es un concepto que sólo parece existir cuando alguien se encuentra como el culo. Nadie dice "Me siento de puta madre; ¡empatiza conmigo!".
Hace varios meses estaba tomando unas cervezas con una amiga. En uno de los compases empezó a contarme la historia de un chico que le gustaba y al que ella era incapaz de abordar. Parecía una situación irresoluble: ambos estaban terriblemente enamorados pero jamás se atreverían a mover un dedo para estar juntos. Alguien debería escribir un libro al respecto, porque es un drama mucho más universal que Romeo y Julieta. Se quieren y ni se miran; los perfectos gilipollas. El dramón estelar. Es la bomba, y se lo digo yo, que he tenido más de un papel en esa obra.
A medida que mi amiga desgranaba la historia yo podía ver cómo se iba desinflando. Su cara se apagaba, su aspecto era cada vez más amargo. Yo le escuchaba y le iba proponiendo posibles líneas de acción a cada giro del cuento.
—Pues te haces con su teléfono y le llamas —sugería.
—¡No, me moriría! —bramaba ella.
La tragedia parecía inevitable; en cada una de las posibles soluciones, ella moría. Era como un concurso en el que detrás de cada panel se escondiera la muerte. No parecía una historia humana sino el mito griego de Desgraciadón, el hombre más miserable que alguna vez hubieran parido los dioses.
—Pues haz esto —le decía yo.
—¡Imposible! ¡Me moriría!
Así una y otra vez. Ella terminó de contar la historia y a mí se me acabaron las posibilidades. Mi mente estaba exhausta.
—Entonces estás jodida —le dije.
—¡No me digas eso! —gritó ella lo más fuera de sí que le he visto— ¡Empatiza conmigo!
De nuevo aquella línea. Le miré la cara. Era la amargura personificada. Parecía que acababa de hacer las diez últimas declaraciones de la renta simultáneamente y en menos de un minuto.
—¿Para qué voy a empatizar contigo? —contesté—, ¿para sentirme como una mierda?
En PNL se llama "Rotura de patrón". Es cuando el programa mental que uno está ejecutando recibe una entrada que es incapaz de manejar. La mente se resetea y prosigue con el siguiente patrón que puede encontrar.
—Es verdad —dijo ella.
La empatía. Ese concepto que a unos les permite acceder a la experiencia ajena en todo su esplendor y que a otros les viene tan bien para manipular emocionalmente.
Ahhhh...PNL. La PNL siempre acaba saliendo. Para todo.
ResponderEliminarTú no eres para nada carente de emocionalidad, o de emocionalidad expresada más bien. Sólo hay que leer el resto de tu blog.
Así que ya estamos en paz, yo no estoy de acuerdo con esta entrada :)
¡Guapo! [Estoy feliz, te pido que empatices conmigo :)]
Pienso que la empatía no sirve para vivir los sentimientos del otro, básicamente eso es imposible porque somos seres distintos, sino para ser sensibles a su experiencia y desplegar sentidos.
ResponderEliminarY si eso sirve para manipular, poca empatía será.
Buen verano! Voy a ponerme en el lugar del calor y me bajo en breve a la piscina...