Y ocurrió que la chica hippie y el chico estudioso de horarios cuadriculados se perdieron mutuamente con un autobús rumbo al sur. No mucho antes, la joven de rizos castaños escuchaba el click del teléfono y volvía a quedarse sola, el hombretón de su pueblo se había ido. La mujer de melena de león cortó con su francés de palabras dulces, pero todavía se sentía sola y la fotógrafa de levante decidía romper con el grafitero. Las entidades "tú y yo", tal y como habían nacido de todas esas uniones, se fragmentaban en trozos iguales, y cada uno se quedaba con una persona.
Cierto tiempo después, todas esas personas caminaban por sus vidas notando el peso de esos fragmentos en los bolsillos de las camisas (ese bolsillo que está justo en el pecho). Quién más, quién menos, lo contemplaba y cuando veía pasar a personas con otros trozos distintos en brazos, intentaba pensar cómo podrían alguna vez encontrar a alguien con el que encajar de nuevo. El problema era que, como si de piezas de puzzle se tratase, cada forma era única y parecía que no habría otra capaz de enlazar con ella que no fuera su mitad original.
Estando así las cosas, algunos decidieron vaciarse y dejarla en casa, pero si nada tienes, con nada puedes encajar, así que no tuvieron demasiado éxito. Otros trataron de serrar o lijar su forma, intentando que se pareciese a alguna de las cercanas, pero la verdad es que tampoco tenían demasiado éxito.
Entonces, ¿qué? Uno, o una, tuvo una idea, y otros simplemente tropezaron con ella. No se trataba de cambiar ese trozo que había salido de ti, ni de empezar de cero. Se trataba de amoldarla, poco a poco, sin cambiarla. De conocer su forma y no tratar de forzarla. Por suerte, el tiempo también les echó una mano, ya que las aristas se suavizaban, y poco a poco eran más fáciles de encajar.
No sé quién fue el primero. Seguramente la fotógrafa, que antes que nadie supo lo que quería, y tuvo la suerte de encontrarlo cerca de ella. Poco después la chica leona encontró a su chico león, y tendríais que verlos juntos ahora, viajando de aquí para allá. La joven de colores tuvo que irse lejos, pero tras un poquito de tiempo encontró a alguien que le ayudaba a pintar incluso con más alegría. El chico estudioso y la chica de rizos se encontraron a varios cientos de kilómetros de sus casas, y aunque creo que fueron los que más les costó encajar sus respectivos trozos, no puede dudarse de que, ahora sí, son felices.
Y todas esas mitades se han vuelto a juntar con otras mitades nuevas, que a su vez dejaron otras mitades por ahí que no tardarían en reengancharse. Conservan parte de lo que fueron y crecen con lo que se aportan ahora. Es posible que estén destinadas a fragmentarse de nuevo, pero afortunadamente eso no es el fin. Cada par de mitades, cualquier par de mitades, es único y las posibles combinaciones son infinitas. El truco está simplemente en no dejar nunca de buscar.
Y disculpadme si os he aburrido o enmarañado, pero hacía mucho tiempo que no escribía simplemente por diversión
ResponderEliminarQuién iba a decir que todo acabaría con final feliz :)
ResponderEliminarMuy bonito. Y esperanzador. Sí señor. Espero que escribas más a menudo sólo por diversión.
ResponderEliminarMe gusta! Tu texto nos recuerda que no hay nadie irreemplazable y que las personas tenemos capacidad para seguir adelante.
ResponderEliminarTú, idiota!
ResponderEliminarcomo molas :P