lunes, 16 de marzo de 2015

Te noto distante (II)

No sabemos llevar nada bien el vacío. No hablo de la pasivoagresividad - aún le estoy dando vueltas a esto- del silencio. Hablo del notar que ese cauce de la relación va disminuyendo. Sin reproches, con cordialidad, sin nada a lo que aferrarnos para provocar las familiares discusiones o el volver a atraer. Los puñales no encuentran blanco, las palabras de cariño son apreciadas pero no devueltas. Ya no nos persiguen cuando nos damos la vuelta , ya no atienden los caprichos y normas especiales de "tienes que aceptarme exáctamente de todas estas maneras, aunque te duela, porque yo soy especial y si no es que no me entiendes y no te mereces lo mejor de mí".

Cuando notamos la distancia nos preocupamos. Ostras, a ver si esta vez la he cagado de verdad. A ver si esto va a ser irreparable. No es solo estar acostumbrados a la mecánica de daño-castigo. Es más bien el daño-castigo-demostrar cariño-volver a empezar. Pero cuando después del daño no hay un vínculo para forzar el reencuentro a las malas (a veces parece que gritando más arreglaremos lo que hemos jodido gritando) o a las buenas (haciendo partícipe del lujo de demostrar ese cariño que está tan escondido, para que veas, porque sí, porque me importas) entonces nos preocupamos. Nos hemos quedado sin herramientas. Llega la distancia y ahora vemos que ya se va a quedar.

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