viernes, 7 de marzo de 2014

Flotando



— Está loco. Todos están locos.
—¿Y tú no?
—Loco también, amiguito, pero cuando estoy demasiado loco, floto en el espacio, solo, y la locura sale a flote y se va, se pega a las paredes y no sale hasta que hay una batalla y los niños pequeños chocáis contra las paredes y salpicáis la locura.

Me acordaba de este fragmento de "El Juego de Ender" mientras flotaba en silencio en la piscina. Un "fideo" de esos de gomaespuma en la cabeza y otro enrollado en los pies. Tenía que tener una pinta cómica para las pocas personas que hay en un gimnasio los viernes a las 10 de la noche, pero no me importaba. En silencio, pensando cómo el buffer de locura se vaciaba y volvía a los niveles normales. Realizando los trucos de meditación que me enseñaron de pequeño para combatir las migrañas agudas que me asaltaban. 

Claro que cambiaría los ataques de ahora por los de entonces. Aquellos al menos se iban después de vomitar y ocurrían una vez al mes. Ahora la batalla es diaria y nunca termina de irse, pero no me he rendido. O al menos, no he parado de intentar evitarlo.

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