Ni que valiese la pena pelear tanto. Mirar tanto, pensar tanto. Hace lo correcto en el instante exacto. Lo que está bien en todo momento. Ni una canción, ni una palabra fuera de lugar. Tampoco un roce, una cosquilla detrás de la oreja o un beso en la frente. Un aburrido contrato, firmado por los dos, roto y pegado de nuevo. Préndele fuego.
Un sonido absurdo, un email, una pantalla que parpadea. Un comentario, una foto. La bocanada de humo que se esparce por el techo, la cena para dos. O para más. Las miradas, esa sonrisa atrancada. La de verdad. Y una carcajada, un abrazo. Un trago. O dos. ¿Un café? Una tarde. Una noche, y al día siguiente. Un baile, luces de ciudad.
Conclusión:
Fíjate que son las 3:47 y llevo toda la noche hablando de esto mismo.
ResponderEliminarNo, no consiste en un contrato firmado. Consiste en sentir, compartir, dar al otro...y saber recibir sin esperar.
Y que la conclusión tenga puntos suspensivos... =)
Es esforzarse demasiado.
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