Porque bailando, vives. Siendo capaz de bailar con una mujer, y otra y otra, al final pierdes la conciencia de sexualidad "restrictiva" de atarse a una mujer, tan dañino el lazo para ti como para ella. Te enlazas con el género, en vez de con la persona, y entonces se acaban las preocupaciones. La mujer con la que bailas en ese momento es para ti la única del mundo, y representante de lo que amas; y a la canción siguiente puede tener una nueva cara, una nueva figura. Y está bien, porque puedes volcarte por completo en tu pareja sin temer cruzar ninguna linea, y porque ya no te duele ver a cualquier otra bailando con cualquier otro. Lo importante es el baile, conectar aquí y allí. Tú no posees a nadie, y no impones obligaciones a nadie; nadie te posee a ti, y no tienes obligaciones.
Aquellos que bailan siempre me han dado la impresión de ser más libres que el resto de las personas, y ahora empiezo a comprender por qué. Si cada uno tiende a identificar la vida con aquello que le es familiar y cuyas pautas conoce ("la vida es como...") entonces los bailarines deben comprender que los tiempos son pasajeros, que las canciones se suceden y que lo importante es, simplemente, bailar.
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