jueves, 10 de septiembre de 2015

Cuando con un cuarto de siglo te has mudado demasiadas veces - y las que faltan - te conviertes en una especie de expat permanente. Conoces mundo, muchas formas de ver la vida, te desarrollas cada vez que aterrizas en un entorno nuevo. Personalmente estoy muy agradecido de haber dado tantas vueltas.

Esto tiene un lado negativo, claro. A cada salto, pierdes más contactos, y cada vez es más difícil enraizar. Todo el mundo tiene sus vidas hechas y no es sencillo hacerse un hueco en ellas. Es totalmente comprensible. Aún así a veces es inevitable no sentirse un poco desarraigado.

Pero luego está esa o esas personitas que aunque no les sobre espacio aún estiran el ala para invitarte a entrar y que te pongas cómodo. Las que encienden la linternita si llega Noviembre y ha oscurido demasiado pronto. Los refugios y las que irán en la mochila cuando marches.



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Di "amigo" y entra