domingo, 21 de mayo de 2017

Semilla

Nunca fue bueno con las palabras. Cuando llega el momento de hablar y de verbalizarse siempre me dice que siente que no encuentra el matiz adecuado, la elección correcta. Dice que eso le ha causado problemas, claro, que muchas veces se ha quedado a unas pocas sílabas de hacer diana. Yo le contesto que no hay nada tan delicado que unas sílabas puedan cambiar. Se rie. Yo creo que los dos pensamos que el otro tiene razón. Pero el caso es que escribir y verbalizar es importante. Te permite sacar los pensamientos y emociones fuera, exponerlos para poder comprenderlos mejor, lejos del ruído de las distracciones y emociones cambiantes del día a día. ¿Qué piensas realmente? ¿qué eres cuando se elimina todo lo demás?

 Yo le veo. Es mi amigo desde que tengo uso de razón, lo conozco en la misma medida que a mí. Quizá más porque soy más objetivo que conmigo. Y aunque hablar tampoco fue realmente nunca lo mío, encontrar el camino de las palabras hasta las manos es algo que suelo saber hacer. Así que hicimos un acuerdo. Él me cuenta lo que piensa y siente. No se molesta en buscar las palabras correctas o exactas o en no repetirse o en intentar transmitir. Simplemente habla. Yo recojo el testigo y escribo por él. Entonces, juntos, miramos lo que ha salido y tratamos de entenderlo.

Ha cambiado, de eso no hay duda. Si alguien pudiera poner lado con lado al adolescente y al adulto y mirarles a los ojos, notaría muchas diferencias, algunas a un nivel muy soterrado. El idealismo se ha evaporado. Permanecen los posos como parte de su motor fundamental pero ya no cree que el mundo merezca la renuncia constante. Ahora hay una traza de rabia y desencanto cada vez que habla de lo que piensa y defiende. Nunca le he visto hacer lo incorrecto a sabiendas, pero ahí está ese pensamiento de no saber si vale la pena.

 Se ha hecho grande, gigante. Como efecto derivado del desengaño y de no haber parado de aprender, entender, asumir. Se me hace imposible pensar que alguien pueda ganarlo, engañarle o aprovecharse de él. Herirle. A muchos niveles, sí, claro, pero no del todo, no por dentro. Ha fragmentado la esperanza y la ha distribuido para que nada pueda quemar todos los trozos a la vez.

 Hoy ha soñado que besaba a una chica con la que lleva hablando meses y esto es de lo que queríamos hablar. En su sueño, él sabía que era la correcta y la besaba siendo consciente de lo afortunado que era. Parece que ya está listo para volver a lanzar lazos. Le preocupa, como a todos, que nunca llegue la persona correcta. Ya no quiere los amores de verano. Dice que ese precio lo ha pagado varias veces y ya no quiere más deudas que tarde meses en desvanecer. Si no tiene una esperanza profunda de que la persona sea la definitiva, no lo intentará siquiera. Y supongo que este es el problema de todo esto al final: la esperanza. Cuando la esperanza es trocitos de papel al viento o un cofre en el rincón más profundo en la caverna, cuando es el tesoro que más miedo tienes de perder... ¿cómo vas a decirle a alguien que no conoces: "toma, esto es lo más valioso que tengo, por favor no lo rompas"?

 Pero vuelve a soñar, sigue esperanzado. En su fuero interno cree que al final todo estará bien ¿Sabes lo que te digo, amigo? Creo que es solo cuestión de esperar. Sigue siendo feliz a tu manera, sigue disfrutando el paso del tiempo. Que el día menos o más pensado...