En primavera fueron arrancadas de raíz, sal en las heridas y en la tierra, pisados y quemados los restos.
En verano cambiamos el sustrato, aprendimos a sembrar y enterramos las semillas poco a poco.
En otoño las noto enraizarse, bien fuerte, extendiéndose hacia abajo y hacia los lados. Tomando y almacenando, construyendo los fundamentos. Mostrando los primeros brotes verdes entre las hojas caídas.
Lo tengo decidido: mis plantas serán de sol de invierno y de montañas, de viento y frío, de nieve. Me sentaré en el centro, notando el calor dentro de la camisa aunque aúllen las nubes ahí fuera. No vamos a esperar a la nueva primavera, no la necesitamos.
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