No quería escribirte, porque escribirte es soltar, y soltar es perder. Perderte. Así que me mentí. Me dije que ya me había despedido, que no hacía falta escribir esta carta… pero mentí. No quería despedirme, no quería que fuera el final. Pero ya va tocando irse.
Fuiste lo mejor que he tenido. Me devolviste las ganas, el cariño, la pasión, el cuidado. Es curioso que llegases cuando más te necesitaba y cuando más te necesitaba te hayas ido. Cuando la relación se volvía real, con lo malo y lo bueno. Y por eso y por lo que habíamos sido, aguanté. Me rompí. Esperé. Y volví a aguantar. Te mantuve la puerta abierta, las luces encendidas, la mesa puesta. Y me helé. Me dejaste en el silencio, sin ni siquiera saber si aún estamos en el mismo barco. Decías que teníamos aún el vínculo, pero no podíamos hablar, no podíamos vernos, no podíamos... nada. No podías prometer ni dar confianza, solo que te esperase a oscuras, a ver si quizás.
Y a pesar de ese acuerdo demente, e incluso después de la despedida final, me aferré a tus palabras, a la esperanza, a tu "retroceder para avanzar". Pero por fin me he dado cuenta de que incluso aunque fuese verdad, yo no podría vivir así. Que aunque volvieras, que aunque hubieras sido sincera y este fuera tu plan, acabaría temiendo siempre tu próxima huida, tu “lo siento, me tengo que ir… pero quiero volver, espérame”. Viviría con miedo a que cada problema te hiciera irte, a inhibirme y no ser yo mismo, por si eso te hiciera marchar sin aviso. Y yo no quiero eso en mi vida. Quiero una persona como la que me dijiste que eras, que se quede, que hable, que trabajemos juntos y resolvamos, que salgamos de las crisis más fuertes... que no me aparte cuando falle la relación, o cuando falle yo. Que no clame contra el abandono mientras vive con la mano en el pomo de la puerta. Y si no, ahora lo veo, es mejor irme yo.
Así que ahora me toca volver a mí, cerrar, decir adiós. Me toca cuidarme y hacer camino sin ti. Resolver esta nueva herida de temer el abandono permanente, la ansiedad. Pero me noto más fuerte y más completo que antes, así que gracias, por lo bueno, y por el daño convertido en enseñanza (aunque quizás no hacía falta tanto aprendizaje).
Dijiste que no tuviéramos miedo, que al final siempre nos reencontrábamos. Te respondí y mantengo que eso fue solo porque siempre nos habíamos querido buscar. Esta vez, no. No se si no me creíste o no te importó, pero ya da igual.
Ahora me toca volver, cerrar. Decir adiós. No a ti -eso ya está-, sino a la esperanza.
Te dejo ir. Y por fin marcho yo también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Di "amigo" y entra