A nuestros abuelos, a no olvidar. Madrid, tumba del fascismo.
Se van llevando la memoria,
queda en la historia una mancha, un borrón.
Mientras el resto sufre amnesia,
un viejo recuerda una canción,
de aquella lejana batalla
donde pudo morir,
en una guerra no ganada,
a veces me pregunta por ti.
Se cree aún en la trinchera,
otra bandera, de otro color,
solemne en su viento ondea,
sobre la cima y en su salón.
A veces habla con fantasmas
de cuyo nombre se olvidó.
Vencidos, nunca regresaron
de su exilio interior.
Ni un momento, ni un recuerdo,
para los que perdieron, los que construyeron
la tumba, el mausoleo,
de la miseria, del carnicero.
¿Cómo esperas ganar sin ellos
las batallas que anteriormente perdieron?
Si han de callar, que callen aquellos,
los que firmaron pactos de silencio.
Tratan de convencerle, abuelo,
las explosiones han terminado.
Pero cuando sale a la calle,
Madrid parece bombardeado.
Y lee escritos en los muros,
gritos contra los que luchó,
y personajes de rostro oscuro
que le inculcaron el terror.
Y un día, sin darnos cuenta,
el viejo, con sus historias, se consumió
Y en la memoria de su nieto
sólo una huella, un leve borrón,
de aquella lejana batalla,
donde pudo morir,
en una guerra no ganada
donde luchó por ti.
Donde luchó por ti.
Es preciosa. Y... dan escalofríos.
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