Lo que a veces se nos escapa es que la idea de "persona que no sigue ninguna regla y vive al limite" tambien está preconcebida e impuesta de antemano. ¡Seguir ese rol al pie de la letra sin tener en cuenta la propia personalidad, proyectos e ideas, es una trampa también! Solo que más insidiosa, porque la persona - al menos al principio - piensa que ha cortado todas las cuerdas.
" Arriésgate todo lo que puedas. Entrégate a todo el que lo busque. Que
el hacer daño a los demás no te detenga. No pienses nada de lo que
dices. Abandona aquello que has conseguido con esfuerzo y lánzate a todo
lo nuevo." Nos empujamos a hacer cosas que en el fondo no queremos
hacer. Pensamos que ese "no querer" viene por la costumbre, que llevamos
las cadenas puestas y las debemos romper. Que si no las hacemos no nos
libraremos de ese malestar que nos acompaña, ignorando la verdadera
fuente, aquello de lo que huímos.
Así que nos obligamos a ir más allá de lo que somos, una y otra vez. A fallarnos sistemáticamente. Por rabia, corremos hacia delante, lejos de la zona de confort, pero lejos de lo que somos también. Ignoramos las señales de advertencia de nuestro "yo" más profundo, pensando que es otro enemigo a abatir.
Poco a poco la sensación de vacío se acentúa. Nadie escapa indemne de fallarse y nadie es ignorante completamente de que lo está haciendo, de que se está perdiendo poco a poco. Demasiado tiempo con esta actitud y la persona se rompe.
Para mí, y esto ya es mi propio concepto (ahí está la gracia, el concepto de libertad nace de cada uno), el ser libre es hacer exactamente lo que a uno le hace feliz, no hacer menos por el "qué dirán" ni más por tener que demostrar nada a nadie. Salirse de la zona de confort, pero no salirse de nosotros mismos. Yo, porque soy libre, elijo lo que quiero hacer... y también lo que no quiero hacer. Y precisamente en esa elección radica mi libertad.
Pararse, pensar. Coserse los descosidos (nadie lo va a hacer por ti). Y una vez esté todo claro, por doloroso que haya sido, continuar.
Así que nos obligamos a ir más allá de lo que somos, una y otra vez. A fallarnos sistemáticamente. Por rabia, corremos hacia delante, lejos de la zona de confort, pero lejos de lo que somos también. Ignoramos las señales de advertencia de nuestro "yo" más profundo, pensando que es otro enemigo a abatir.
Poco a poco la sensación de vacío se acentúa. Nadie escapa indemne de fallarse y nadie es ignorante completamente de que lo está haciendo, de que se está perdiendo poco a poco. Demasiado tiempo con esta actitud y la persona se rompe.
Para mí, y esto ya es mi propio concepto (ahí está la gracia, el concepto de libertad nace de cada uno), el ser libre es hacer exactamente lo que a uno le hace feliz, no hacer menos por el "qué dirán" ni más por tener que demostrar nada a nadie. Salirse de la zona de confort, pero no salirse de nosotros mismos. Yo, porque soy libre, elijo lo que quiero hacer... y también lo que no quiero hacer. Y precisamente en esa elección radica mi libertad.
Pararse, pensar. Coserse los descosidos (nadie lo va a hacer por ti). Y una vez esté todo claro, por doloroso que haya sido, continuar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Di "amigo" y entra