No echas de menos a la persona, y eso es un paso, darse cuenta otro. Echas de menos cómo te hacía sentir en los buenos momentos, ser tratado de esa manera. Pero no a ella.
La admiración, como siempre, es lo importante. Y no la puedo admirar ya. No porque sea humana, que todos lo somos, sino por no reconocer sus faltas y trabajarlas mientras señala las de los demás. Sin autocrítica ("tú, tú, tú..." a "tengo la culpa de todo, ¿no?" a "si lo hago todo tan mal, por qué quieres tratar conmigo"), sin equilibrio ("cuando me hablas así estás cruzando una línea" a "a ver si no voy a poder enfadarme y expresarme" o "tienes que tener más curiosidad para ver como me siento" a "si te siente así deberías decirlo tú"), sin sinceridad ("te lo oculté porque no tenía la zona segura para expresarlo") . Sin reconocer estos fallos en ella o disculparlos, pero verlos y magnificarlos en los demás, asignárselos a ella como hechos y al otro como rasgos. Sin querer trabajar juntos, sin ser flexible con ambos o exigente con ambos. Por usar el silencio como herramienta y la ausencia como arma. Por usar la cercanía con la misma irresponsabilidad.
Y mi intuición, mis sueños, y mi enganche a los vínculos intermitentes me dicen que esto va para largo. Que aún nos quedan idas y vueltas, salvo que ese factor externo llegue o la transformación interna. Pero la historia bonita se ha terminado, ya solo queda surfear las últimas olas aunque no se pueda regresar al mar.
Y es una pena porque incluso después de todo esto aún querría hacerlo mejor...aprovechar la siguiente oportunidad. No por ti, porque se lo que es una esperanza vana. Por mí, por llegar a esa calma absoluta de "se que lo hice todo...y aun así". E irme yo por mi propio pie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Di "amigo" y entra