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Si por un momento se calman - casi - las mareas, ¿qué escribes? ¿Qué eres cuando no hay ruido? Me veo en medio del camino no tomado, fuerte y pleno de dentro a fuera, equilibrado, no un amalgama de enseñanzas, barreras, rotos y cosidos. Viviendo con la coraza. Siempre alerta. Trascendiendo solo al escapar, clavandome un boligrafo para respirar. Poniendome el traje de baile, las zapatillas ligeras y tratando desesperadamente de ser algo más. No quiero fingir más, no puedo saltar al otro lado, no puedo renunciar a los momentos donde rozo la velocidad de escape.
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Hoy tengo bloqueo. Cielo nublado, pero no llueve. Las ideas que quería desarrollar no me dicen nada y no quiero escribir por escribir. Pongo el móvil bocabajo, “si no estás aquí, no hagas ruido”. No tengo música tampoco. Toc, toc, toc, tamborileo. Sonrío. Ahora sí. Será el café que ha hecho efecto. Tenía tanto sueño. Tanto-s sueño-s. Je. Realmente pienso que dejé el camino en algún momento. Pero tengo migas de pan, brújula y varios mapas. Me adentraré un poco más y volveré. Desde la copa de este árbol veré más allá. No necesito subirme a los hombros de nadie, ¡yo soy mi propio gigante!
Hoy la rubia se ha vestido de seta y se ha vuelto a transformar, como cada vez que cruza la puerta de la cajita de no juzgar. Hace sus saltos de hada por en medio de la sala, o en la barra de ballet, practicando una y otra vez. Rueda y hace aspas. Hoy he visto la primera grieta, un resquicio nada más. Quiero que estés bien, pero tengo un puñetero hospital a mis espaldas si te hace falta.
Hoy tenía bloqueo, pero poco a poco se escapan las palabras, se convierte la energía y las ganas. Liberando la presión, cristalizando. Perdiendo casi todo al aire, creciendo en un estallido. Después, casi todo son cenizas, otro texto más. Pero un pequeño remanente permanece y se ancla. Una hoja más.
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