Los enemigos son útiles.
Arranque más que tópico, pero este es uno de esos pensamientos que se habrán repetido - y plasmado - demasiadas veces, reaprendido por otras tantas personas. Me toca.
Los enemigos son útiles cuando te hieren. Te muestran, metiendo el dedo y hurgando, exáctamente donde tienes el agujero. Un crash test dummy con personas. Sin piedad ni paños calientes, te dicen tus errores y defectos claramente. Te los gritan y estrellan en la cara más bien. Magnificados, probablemente, pero no menos reales. Y mejor, te dicen qué es lo que te duele, donde te pueden hacer daño. Haciéndotelo.
Si sobrevives - y claro que lo haces, aunque sea tras un tiempo con la mirada perdida desde el fondo del pozo- es una vacuna.
A veces es como un directo en la cara (¿he dicho ya que no me iba a currar la entrada?) que te hace saltar la muela podrida. Duele. Duele de verdad. Y te cagas en su puta madre por haberlo hecho así. Pero ya está fuera. Has sacado lo que tenías que sacar, te han pisado en el proceso, pero se acaban las tonterías.
Ahora depende de uno arreglarse, zurzirse y que no vuelva a pasar.
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