Hoy un destello plateado me ha devuelto los buenos días desde el espejo. "Habrá sido una gota de agua. O un pelo un poco más rubio por el sol. O..." Pero no. Tal y como la navaja de Occam sugería, ahí estaba. Pequeñita, cruzada (como para llamar más la atención), orgullosamente desafiante, proclamando que ha venido para quedarse y pronto la acompañarán más. Mi primera cana.
La verdad es que ya tardaba. La verdad es que se la esperaba. La carrera, el curro, las locuras. Me merecía al menos esa insignia. Ya he sobrevivido un cuarto de siglo y en algo se tiene que notar.
Así que bienvenida, compañera. No te arrancaré, esconderé ni me avergonzaré de ti. Eres un recordatorio que los años siguen pasando y que toca empezar a hacer las cosas bien. Esperemos que sirva.
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