Porsi.

Me sostiene la mirada un momento más de lo necesario. Mientras mi corazón se salta un latido, me vienen imágenes de lo que pasará. La mirada se prolongará y solo la apartaremos, con una sonriente vergüenza, cuando nos demos cuenta de que ha durado demasiado como para poder justificarlo. Cuando llegue el momento de irse a casa, alargaremos disimulando la despedida. Durante las semanas siguientes, los mensajes empezarán a tardar más en llegar, pero irán cargados de matices y los releeremos, buscando esas pistas, ese rastro de esperanza entre líneas. Seguiremos quedando con el resto de la gente, pero casi siempre acabaré hablando contigo, buscándote disimuladamente mientras tú te dejas encontrar. Saldremos por fin los dos solos una, dos veces y a la tercera o la cuarta te voy a decir que me gustas. Y habrá un beso, una veloz chispa, una sonrisa imborrable durante días, un corazón contento.

Nos conoceremos más, haremos muchas cosas juntos, viajaremos, iremos a conciertos. Nos acostaremos y nos quedaremos abrazados un rato. Nos pelearemos, habrá celos, malos royos. Dudas. Un tiempo intentando aguantar, asumiremos que no se podrá y byebye, alguien tendrá que marcharse. Y otra vez a volver a empezar.

Así que antes de que pase ese segundo fatídico, aparto la mirada. Si no empieza no acabará. En el fondo, te estoy haciendo un favor.